Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor;
conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones. Lávame
de toda mi maldad y límpiame de mi pecado.
Yo reconozco mis
transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado,
sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por
eso, tu sentencia es justa,
y tu juicio, irreprochable. Yo sé
que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre.
Yo
sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo
secreto me has enseñado sabiduría.
Purifícame con
hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré
más blanco que la nieve.
Anúnciame gozo y alegría;
infunde gozo en estos huesos que has quebrantado.
Aparta tu rostro de
mis pecados y borra toda mi maldad.
Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu.
No
me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu.
Devuélveme la alegría
de tu salvación; que un
espíritu obediente me sostenga. Así
enseñaré a los transgresores
tus caminos, y los pecadores
se volverán a ti. Dios mío, Dios de mi salvación,
líbrame de derramar sangre, y mi lengua alabará tu
justicia. Abre, Señor, mis labios,
y mi boca proclamará
tu alabanza. Tú no te deleitas en los sacrificios ni te
complacen
los holocaustos; de lo contrario, te los ofrecería. El
sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú,
oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido.
Salmo 51:1-17
PROMESAS DE PERDÓN
Si afirmamos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la
verdad.
Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos
los perdonará y
nos limpiará de toda maldad.
1 Juan 1:8-9
Pero cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios
nuestro Salvador,
él nos salvó, no por nuestras propias
obras de justicia sino por su misericordia.
Nos salvó mediante
el lavamiento de la regeneración y de la renovación por
el Espíritu Santo,
el cual fue derramado abundantemente sobre
nosotros por medio de Jesucristo
nuestro Salvador. Así lo hizo
para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser
herederos
que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna.
Tito 3:4-7
¿Quién acusará a los que Dios ha
escogido? Dios es el que justifica.
¿Quién
condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso
resucitó,
y está a la derecha de Dios e intercede por
nosotros.
¿Quién nos apartará del amor de Cristo?
¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el
hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?
Así
está escrito:«Por tu causa siempre nos llevan a la muerte;
¡nos tratan como
a ovejas para el matadero!» Sin embargo,
en todo esto somos más que vencedores
por medio de aquel que nos
amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida,
ni
los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni
los poderes,
ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la
creación,
podrá apartarnos del amor que Dios nos ha
manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Romanos 8:33-39
Que Dios mismo, el Dios de paz, os santifique por completo,
y conserve
todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para
la venida
de nuestro Señor Jesucristo. El que os llama es fiel, y así lo hará.
1 Tesalonicenses 5:23-24