La Ofensa





Él era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos
como un hombre justo y comprensivo.

Al terminar la clase de fin de curso,
mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio,
se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:

Profesor, lo que más me alegra de haber terminado el curso es que no tendré que
escuchar más sus tonterías y descansaré de ver su cara aburrida.

EL alumno estaba erguido, con semblante desafiante,
en espera de otra respuesta airada de su profesor.
Pero ante su asombro, el hombre le contestó:

¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo aceptas?
Por su puesto que no –respondió- el alumno algo sorprendido.

Bueno -prosiguió el profesor-
cuando alguien intenta ofenderme o decirme algo desagradable,
está ofreciéndome algo.

En tu caso es una emoción de rabia y rencor que decido no aceptar.
Si yo me siento ofendido o me pongo furioso estaré aceptando tu regalo,
y yo prefiero regalarme mi serenidad.

Amigo, prosiguió el profesor,
la vida nos da la oportunidad de amargarnos o de ser felices.
Tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo porque no me interesa.
Yo no puedo controlar lo que hay en tu corazón,
pero de mí depende lo que dejo entrar en el mío.

Cada día, en todo momento,
tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner
dentro de ti, y lo que elijas lo tendrás hasta que decidas cambiarlo.

Porque es tan grande la libertad que nos da la vida que
hasta tenemos la opción de amargarnos o de ser felices.

Dice Proverbios 15,1: 
La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.

¡Cuántas veces hemos aceptado la ofensa ajena y
hemos respondido en su mismo idioma!

No olvides que eres tú quién decide aceptar o no la crítica destructiva,
la ofensa y la burla.

Mantén siempre el control de tus emociones,
no guardes amargura en tu corazón contra otro y
responde siempre con gracia,
que de tu fuente salga siempre agua dulce.
 
Como lo hizo Cristo.

autor desconocido





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