Un científico, que vivía preocupado con los problemas del
mundo,
estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.
Pasaba
sus días en su laboratorio en busca de respuesta para sus dudas.
Cierto día, su hijo de seis años invadió su
santuario decidido a ayudarlo a trabajar,
el científico,
nervioso por la interrupción, le pidió al niño que
fuese a jugar a otro lado.
Viendo que era imposible sacarlo, el padre
pensó en algo que pudiera entretenerlo.
De repente se encontró con una revista,
en donde había un mapa con el
mundo, justo lo que precisaba.
Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con
un rollo de cinta
se lo entregó a su hijo diciendo:
“como
te gustan los rompecabezas,
te voy a dar el mundo todo roto para que lo
repares sin la ayuda de nadie.”
Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10
días componer el mapa, pero no fue así.
Pasadas algunas
horas, escuchó la voz del niño que lo llamada
calmadamente.
"Papá, Papá, ya hice todo, conseguí
terminarlo".
Al principio el padre no creyó en el niño.
Pensó que sería imposible que a su edad, haya conseguido
componer un mapa
que jamás había visto antes.
Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones,
con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.
Para su sorpresa, el mapa estaba completo.
Todos los pedazos habían
sido colocados en sus debidos lugares.
¿Cómo era posible?
¿Cómo el niño había sido capaz?
–“Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, cómo lo lograste?”
–“Papá, yo no sabía cómo era el mundo,
pero cuando sacaste el mapa de la revista
para recortarlo, vi que del
otro lado estaba la figura del hombre.
Así, que di vuelta a los
recortes, y comencé a recomponer al hombre, que sí
sabía como era.”
“Cuando conseguí arreglar al hombre,
di vuelta a la hoja y vi que había
arreglado al mundo.”
Gabriel García
Márquez
Pausa
“En la pausa no hay música, pero la pausa ayuda a hacer la música”.
En la melodía de nuestra vida la música es interrumpida aquí y allí por “pausas”...
Y nosotros, sin reflexionar,
pensamos que la melodía terminó.
A veces, Dios nos envía un tiempo de parada forzada.
Puede ser una prueba, planes fracasados, o esfuerzos frustrados.
Y hace una pausa repentina en el coro de nuestra vida.
Nos lamentamos que nuestra voz tenga que callarse,
y tenga que faltar nuestra parte en la música que sube hasta los oídos del Creador.
Pero, ¿cómo es que el maestro lee la pausa?
Él continúa marcando el compás con la misma precisión
y toma la nota siguiente con firmeza,
como si no hubiese habido interrupción alguna.
Dios sigue un plan al escribir la música de nuestra vida.
Nuestra parte debe ser aprender la melodía y no desmayar en las “pausas”.
Ellas no están allí para ser pasadas por alto o ser omitidas,
ni para perturbar la melodía o alterar el tono.
Si miramos hacia arriba, Dios mismo marcará el compás para nosotros.
Con todo, no nos olvidemos que “ella ayuda a hacer la música”.
Con los ojos en Él, vamos a proferir la próxima nota con toda claridad,
sin murmurar tristemente: “En la pausa no hay música”.
Componer la música de nuestra vida es generalmente un proceso lento y trabajoso.
¡Con paciencia, Dios trabaja para enseñarnos!
¡Y cuánto tiempo Él espera hasta que aprendamos la lección!
Recuerde, la pausa no dura mucho…
¡ apenas sirve para continuar la música !
desconozco el autor